Lo insignificante en un día domingo
Hace un rato volví de la casa de una amiga. Con ella, porque nos llamó el sonido de tambores de murga, fuimos hasta la explanada del Teatro Argentino. Había cerca de setenta chicos, adolescentes y algunos de poco más de 20 años. Retumbaba la música murguera y afuera caía una tenue llovizna. Este tegumento humano no puede detener las vibraciones, que penetran hasta alterar el ritmo cardíaco, suavemente, compasivamente. Luego, varios de ellos, con una música menos estruendosa, hicieron capoeira.
Al llegar busqué por todos lados una frase, para mí impactante, de Georg Simmel. Al fin la encontré en un viejo mail a Kevin. Simmel escribe en “La aventura” (en el libro Cultura Filosófica, de 1911):
“Todo fragmento de nuestra experiencia es portador de una doble significación. Por un lado, gira en torno a su propio centro y conlleva tanta anchura y profundidad, tanto placer y tanto sufrimiento como le confiere su vivencia inmediata. Por otro es, simultáneamente, parte de un decurso vital, no sólo un todo circunscripto en sí mismo, sino también miembro de un organismo global”.
Hoy, mientras escuchaba un tema del grupo islandés Sigur Rós, entré al chat. Por un instante, que también es el tiempo eterno que irrumpe en la vida como un rizoma, sentí un estremecimiento. De esos que ablandan la piel, pero que la agujerean abriéndose camino hasta hacer vibrar el corazón (qué quién sabe dónde está). Escuchaba Flugufrelsarinn (del álbum “Agaetis Byrjun”): un túnel hecho de colores; un tranquilo recorrido provocado por la música, pero que desencadena millones de senderos insospechados, por lugares ignotos. Qué fascinante, pensé, que entre medio del chat (y con ese ambiente) Gabi me esté pasando sus obras. Una de ellas me impactó por los contrastes, y porque imaginé su casa.
El color rojizo de la casa, como la tierra (que no se ve), los verdes frescos de los árboles y los pastos, los troncos cortando la imagen y armonizándose con el cabello de esa persona; y esa figura de fantasma, azul, que me impele a mirarla y que no comprendo. Pero no se trata de comprender -me digo, para conformarme.
Hoy es domingo, gris, lluvioso cada tanto. Por suerte, no hay partidos de fútbol, preanuncio demasiado familiar del lunes. Algunas cosas más, tan insignificantes como estas, son las que pueblan este día que, así, tiene el mejor sentido.
El alcance de lo insignificante es tan infinito que supera por mucho a las grandezas estatuidas. Trama, sin soberbias, el tejido de la vida como si fuera una fiesta irrepetible.
¿Algo, acaso, es insignificante?
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