Lo que va del amor al dolor
Tarde quizás, volvió el amor de juventud. Ese primer amor que, por desapariciones y distancias no queridas, se hizo lejano; aunque siempre presente. Insistente. Como que el amor hubiese sido mucho más porfiado que las trayectorias de la vida. Al fin, hace diez años pudieron reencontrarse, y a la vida le arrebataron nuevamente juventud y proyectos.
Hasta que anteayer, súbitamente, en lo que va del desayuno a la ducha, le fue arrebatada la vida al Vasco. Y Perla, mi querida amiga, se encontró súbitamente con el vacío. Con el injusto y desgarrador dolor que produce el vacío, justo en el día de los enamorados (junto a un ramo de azucenas que esa misma mañana le regaló el Vasco).
La imposibilidad de mitigar el profundo dolor del otro me acerca a la sensación de fracaso. Y, sin embargo, también me hace próximo a lo más genuino del amor humano.
1 Comments:
Cada vez más la muerte de gente cercana me produce esas dos sensaciones: el miedo por la propia incertidumbre y el fracaso por la imposibilidad de mitigar el dolor del que queda.
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