De fumadores
El viernes a la noche fue casi mágico. Entre las palabras abiertas y audaces, también se abrió el humo en un bar de la calle Piedras, cerca de Avenida de Mayo; un bar con onda muy intensa. Me sorprende la lentitud porteña para conquistar nuevamente los espacios con el humo (Madrid desafió la ley hace un tiempo ya: no quedan bares o restaurantes donde no se permita fumar). En Córdoba hay más gente en las mesas fuera de los bares que adentro.
Entre otras cosas, uno tiene esa secreta esperanza de dejar de fumar, pero no por obligación o por una ley...
Me vendría bien. A veces me falta el aire, las piernas me pesan, siento los pulmones cargados o congestionados (y esa tos que no me deja reirme a carcajadas), el cansancio y el sueño me acechan. Tantos años... (tanta compañía): encontré una foto vieja de pseudo-fumanchero de campamento.
Después de todo, no es fácil una decisión permanente. Aunque, en defintiva, dejar de fumar es lo más fácil del mundo; como dijo en una oportunidad George Bernard Shaw, "yo ya dejé de fumar como cien veces". Y cada vez uno se enagaña diciendo "No fumo más".
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