¿Rocanroles sin destino?
Nunca es fácil interpretar el sentido; más bien es una desmesura. Y mucho menos cuando se entremezclan las percepciones, las sensaciones fuertes, cierta transfiguración que produce el rock, con la tragedia. Sin embargo, hay una paradoja que deja la palabra inmóvil: Rocanroles sin destino, título del último disco (del 2004) del grupo "Callejeros".
El corazón (o cómo nombrar el heroísmo)
"Fui el primero en llegar a la salida del boliche (República Cromañón). Unas bocanadas de humo negro y espeso que salían despedidas por esa puerta impedían ver hacia adentro. Daba la impresión que si te metías un poquito podías desaparecer para siempre. Pese a eso, decenas de pibes de menos de 20 años se comportaban de manera heroica: tomaban aire y entraban en cueros y en calzoncillos para rescatar a todos los que pudieran. Para poder respirar, se tapaban las caras con remeras empapadas en agua. Muchos entraban desclazos. Otros, para no resbalarse en el agua que habían tirado los bomberos para apagar las llamas, se calzaban zapatillas, incluso de pares distintos, que estaban tiradas por ahí. Apenas sacaban a alguien, esos chicos volvían a meterse para rescatar a otro pibe. Me parece que algunos que entraron varias veces no volvieron a salir" (testimonio de Gustavo Castaing).
La ambigüedad
Entre quedar encandilado por el bombardeo de 24 horas de las pantallas de televisión, obscenamente, y el estar metido en un mundo que no sea atravesado por esta tragedia.
Entre guardar un “duelo nacional”, sentido y no fingido y conformista, con la sinceridad del silencio, y, en cambio, hacer explotar, como nunca, las cañitas voladoras, las bengalas, los fuegos artificiales, como hacía tiempo no se escuchaban.
La desmesura sería arriesgar interpretaciones universales, absolutas. Acaso la única certeza es que uno no puede arrogarse la omnipotencia de interpretar, sino sólo dejarse llevar por la frágil vulnerabilidad de sentir.
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