Una visión que encandila
y agité mi mano para el saludo
y preparé mi pecho para el abrazo
y mis lágrimas frescas para emocionarme
pero su mirada estaba perdida
y sus ojos,
color de miel,
opacados por la desesperación
y su voz transmutada
y su palabra atrapada
y siguió camino
esa visión, solamente,
no me sirve para nada
y deviene fantasma que me desgarra
y también mis ojos se enrojecen
cuando son heridos
por la multitud apresurada
de los hilos de la mente, que no se detiene,
(vertiginosa e implacable)
que desconcierta la mirada
quién fuera un curador santo
un milagrero
una maga
un efímero gesto
que postulara la redención
definitiva
de eso que se hace insoportable
quién sabe si prefiera la distancia
en todo caso, la distancia
no se mide en kilómetros
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