Jesús y la explosión
El lunes pasado estuve en lo de Jesús, ese hombre sabio y entrañable, que en el diálogo se emociona y se embronca, y golpea con su puño el escritorio, o tira con fastidio su lápiz y luego ríe, como quien se da cuenta que fue exagerado su gesto. Juntos miramos por su ventanal inmenso las luces de la ciudad, allá abajo (él vive en la ladera de la montaña, en un apartamento alto). Hablamos de Álvaro Uribe, de Colombia y su pueblo, de Chávez y de sus amigos de la Universidad de Huila. Me insistió en su esperanza con Kirchner…
Hablamos largo de la salud, de los sueños y los amores. Los silencios se hicieron escasos; sólo cuando fui al baño y él me preguntó si me daba cuenta quién era el de la foto: tiene una foto de Borges orinando en un baño público colgada en la pared del baño.
En un momento, como a las dos horas y pico, sacó un papelito verde claro, con pegamento en un borde y puso "hacer epílogo, noviembre" y lo pegó en "La lucha de los Innombrables". Luego compartimos nuestro optimismo sobre la metáfora como forma de nombrar eso acerca de lo que las ciencias sociales se quedan perplejas. Me mostró su colección de graffitis, de pinturas, innumerables. Y se paró de repente frente a un recorrido fotográfico en la pared: de su pueblo en Ávila hasta Colombia, y de ahí, a América Latina, Teotihuacán, Machu-Pichu, la tierra y los rostros, y su rostro preñado de memoria. Y, en la parte izquierda del camino, el collage de imágenes que son suyas, pero de Van Gogh, Picasso, Goya…
Luego llegó Elvira, su mujer, con su cordialidad mítica. Al acompañarme a la salida me abrazó con ademanes expresivos y un apretón bien demostrativo de este hombre sabio, y mientras me iba me dijo: "Saludos a todos. Saludos a Kevin!!". Me esperaba el taxi. Pasamos por la 71 con 9ª. Y a la media hora de estar en mi hotel (en la 74 con 13) sentí una explosión impresionante, que no dejaba de retumbar en los edificios y en las laderas de la montaña. Fue un coche bomba a un senador asesor de Uribe, en 71 con 9ª. Por media hora quedó más el recuerdo de Jesús que esa explosión que trae las sensaciones de una Bogotá que aún imagina lejana la paz.
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