Los viajes en el tiempo
Cuando me sentí más recuperado de mi operación de fin de año, partí a Neuquén en ese largo viaje donde es necesario cruzar el desierto. Una vez que llegué a Neuquén, pasé unos días junto al río Limay, en casa de mi amiga Kuky.
Toda la vida me llamó la atención la velocidad con que corre el río, su transparencia y sus remolinos, que obligan a uno a ser precavido a la hora de nadarlo. Y hace unos años, el río sube o baja según abran o cierren las compuertas de la represa del Chocón; cosa que ha hecho que el río termine dependiendo de la porfía de los hombres (como suele ocurrir con nuestro pobre planeta).
Unos días después partí para Junín de los Andes, esa tierra que habita en mi corazón (y yo habito en ella). Ya no es ese pueblito patagónico sin más atractivos que sus pehuenes y algunos cerros bajos y amarillentos. Ahora es una ciudad, pequeña, pero poblada de lugares atractivos, cálidos, pero que giran en torno al negocio del turismo.
Apenas pude recorrer, atravesado por un enorme frío, el lago Huechulafquen, que siempre atesora la fuerza indómita del alma araucana.
Del lado izquierdo, la impenetrable agrupación de Contra-Paimún -al pie del cerro nevado de Los Ángeles-, donde hace 25 años nos persiguió un puma durante seis horas, sólo protegidos por el perro ovejero de Antonio Mateos. Del lado derecho, el hermoso camino bordeado de coníferas centenarias que llega hasta el brazo Paimún, al pie del volcán Lanín (que esta vez fue porfiado: apenas podía vérselo debajo de los nubarrones). Toda esa zona hoy está administrada por gente de una comunidad mapuche.
Y luego, un día muy nublado, estuve en San Martín de los Andes, y de allí partí unas horas hacia el camino de los siete lagos. Entré por un sendero coloreado por los amancay hasta el lago Hermoso; ese lago subyugante que posee la magia de sus piedras de colores y de la calma de sus aguas, expresada en un profundo silencio, sólo quebrado por las gotas de una ténue llovizna.
El contraste de los múltiples verdes con el agua que refleja siempre el color del cielo, invita a una contemplación que no sólo tiende a la naturaleza que me rodea, sino a los adentros de uno mismo, tan lejanos a veces en la gran ciudad de cemento caliente.
Un regreso efímero, y la salida a Misiones. En Misiones estuve en Iguazú, en el Seminario de Formación Teológica (ojo, de "teología de la liberación") en el que estuve coordinando algunos espacios, y del que participaron unas 1500 personas. Me metí por la selva de tierra colorada y estuve unos días en Puerto Rico (Misiones), donde me fisuré un codo al resbalar en la costa de un arroyo, en la llamada Cueva del Yaguareté.
Pasé por Reconquista (Santa Fe) a unas reuniones con los compañeros del Instituto de Cultura Popular (Incupo): ya estamos preparando el curso de formación de formadores en comunicación y educación popular que se desarrollará, por segunda vez, este año. De nuevo volví a casa unos pocos instantes y salí a dar clases en Río Cuarto (Córdoba), donde dicto un curso de Maestría en Educación. Ayer volví. Estoy aquí, pero estuve siempre... sólo que las conexiones, en la selva o en el llano, a veces son imposibles.
A veces me pregunto si, como en antiguas creencias, los viajes quizás vertiginosos hacen que el alma se quede detenida en algún lugar al lado del camino. Ignoro si tendré que esperarla...
2 Comments:
hola...
estoy muy apenada contigo, me gustaria tener contacto contigo
isha.net@gmail.com
arruine mi template y por eso esta distinto todo, pero ya porfin te encontre
Disculpame
Saluditos
que lindo post, jor!
y que lindo se pone tu blog...
me ensenaras, hombro a hombro, cuando vuelva?
te quiero!
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