Escenas de Colombia 1
- en Bogotá todas las tardes llovió y hacía entre 15 y 17 grados. Los bogotanos decían estar muertos de frío.
- los taxistas de Medellín son más amables que los de Bogotá, inclusive que los de La Plata. Aunque el taxista que me llevó a lo de Jesús en Bogotá esperó, sin haberle pagado, que entrara en el edificio para verificar que Jesús viviera allí.
- la Escuela de Educación de la Universidad Bolivariana de Medellín tiene unas 20 aulas con 20 PC cada una; pero dicen que tienen que poner más, porque los estudiantes no tienen para uso en tiempo libre.
- aunque no lo sentí, dicen que el altillo del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos, donde trabajamos todos los días en Bogotá, tiembla a diario. No me quedó claro si es que en Bogotá hay tantos temblores, o el moderno edificio es demasiado sensible.
- cada noche, en Bogotá y en Medellín, al llegar al hotel hablamos por teléfono con Maritza, que vive en Cali. No pudimos vernos, pero como siempre estuvo como ángel custodio. Sé de la formación de su hijo, pero me sorprendió que al hablar con Juan Manuel, que tiene 15 años, él cerrara la conversación diciendo: “te quiero”.
- los pechos de las mujeres de Medellín son impresionantes... de casi todas. Luego me enteré de que esta ciudad es reconocida internacionalmente por la variedad y cantidad de cirugías estéticas.
- en ningún baño hay bidet. Por ahora, cosa de rioplatenses en América Latina.
- mi desayuno (en Bogotá y en Medellín) casi siempre fue sandía y papaya con jugo de naranja, y luego huevo revuelto con jamón, pan y café con leche. El último día desayuné (frente al fogón) un “calentao”, que es huevo revuelto con jamón y tomate, plátano frito, arepa y frijoles con arroz. No me gustó tanto como el “gallo pinto” nicaragüense, que es arroz con frijoles fritos, y es delicioso. No pude terminarlo; la excusa fue que se hacía la hora del embarque.
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