Con Marita
... el domingo, entre mate y mate, y luego vino hasta que se hiciera la hora del asado, hablamos de amigos, y de nosotros. Nos pareció una genialidad decirnos que el amor es una patología feliz. Al menos, nos otorgó la tranquilidad de saber que no hay, nunca, perfecciones; y que los amores, pese a estar siempre atravesados por nuestras (infaltables) patologías, son esas humanas condiciones de la felicidad.