domingo, octubre 23, 2005

Terminología electoral

Cada dos años tenemos elecciones y, entonces, se sacan de los bahúles del lenguaje algunas palabras que luego se guardan hasta que pasen otros dos años.

1. veda electoral: empezó hace unos días. No se puede hacer campaña, entre otras cosas. Tampoco se puede vender alcohol después de las 12 de anoche. Aunque a las 2 de la mañana, resignado, fui al centro a comprar helados y todos los bares estaban abiertos. A lo mejor, para hacer honor a eso de que los argentinos, cuando votamos, estamos en pedo.

2. comicio: se refiere al acto electoral en sí, que empezó hoy a las 8 de la mañana y termina a las 18. Aunque "comicios" eran las juntas de los romanos para hacer sus negocios. Y algo de eso hay... También de allí viene "morbo comicial", nombre eufemístico de la epilepsia. Y algo de eso también hay...

3. sufragio: quiere decir "socorro"... Bueno, ese es el grito de los que todavía, a esta hora, no sabemos a quién carajo votar. También quiere decir: "buena obra que se realiza en favor de las almas que están en el purgatorio". ¿Será que todos estamos en el purgatorio? Digo "todos" porque el sufragio es universal, desde que Sáenz Peña hizo una ley y exhortó inmediatamente: "Vote el pueblo!" (aunque se olvidó de las mujeres).

4. cuarto oscuro: cuando era chico mi papá ponía el cuarto bien oscuro para que durmiéramos la siesta, y yo me quejaba porque nos obligaba. Al fin, ¿mi viejo era un autoritario o un demócrata? En fin, en el cuarto oscuro suelen haber unas 4 mesas repletas de boletas y uno hace alguna trampita, como esconder las boletas de la Chiche Duhalde abajo del pilón de las de la Izquierda Unida, por ejemplo.

5. boca de urna: es algo de lo que hablan los periodistas. Son los resultados que se arrojan inmediatamente después del cierre del comicio, a las 18 horas y 1 o 2 segundos. Es decir, aquí las urnas deben hablar, porque nadie tiene noticia de que se le pregunte por quién votó (también porque está prohibido por la veda electoral). Pero las urnas deben hablar, por eso los milicos decían "las urnas están bien guardadas", porque ellos mismos sostenían que "el silencio es salud".

6. escrutinio: y su verbo correspondiente: "escrutar". Eso será mucho después de las 18 horas, superando la imprecisión de los resultados a "boca de urna", y superando la paciencia de la gente. Nadie se queda a escuchar el escrutinio que finaliza como a las 2 de la mañana...

7. guarismos: esta es la palabra más pintoresca. Son expresiones de cantidad, de dos o más cifras. Todos los candidatos, por eso, se esfuerzan por tener más de 10 votos, para aparecer en los guarismos. Incluso la lista que se llama La Buena Gente, que se presenta en Berisso, y que seguro que sale última.

martes, octubre 18, 2005

Escenas de Colombia 1

- en Bogotá todas las tardes llovió y hacía entre 15 y 17 grados. Los bogotanos decían estar muertos de frío.





- los taxistas de Medellín son más amables que los de Bogotá, inclusive que los de La Plata. Aunque el taxista que me llevó a lo de Jesús en Bogotá esperó, sin haberle pagado, que entrara en el edificio para verificar que Jesús viviera allí.
- la Escuela de Educación de la Universidad Bolivariana de Medellín tiene unas 20 aulas con 20 PC cada una; pero dicen que tienen que poner más, porque los estudiantes no tienen para uso en tiempo libre.
- aunque no lo sentí, dicen que el altillo del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos, donde trabajamos todos los días en Bogotá, tiembla a diario. No me quedó claro si es que en Bogotá hay tantos temblores, o el moderno edificio es demasiado sensible.
- cada noche, en Bogotá y en Medellín, al llegar al hotel hablamos por teléfono con Maritza, que vive en Cali. No pudimos vernos, pero como siempre estuvo como ángel custodio. Sé de la formación de su hijo, pero me sorprendió que al hablar con Juan Manuel, que tiene 15 años, él cerrara la conversación diciendo: “te quiero”.
- los pechos de las mujeres de Medellín son impresionantes... de casi todas. Luego me enteré de que esta ciudad es reconocida internacionalmente por la variedad y cantidad de cirugías estéticas.
- en ningún baño hay bidet. Por ahora, cosa de rioplatenses en América Latina.
- mi desayuno (en Bogotá y en Medellín) casi siempre fue sandía y papaya con jugo de naranja, y luego huevo revuelto con jamón, pan y café con leche. El último día desayuné (frente al fogón) un “calentao”, que es huevo revuelto con jamón y tomate, plátano frito, arepa y frijoles con arroz. No me gustó tanto como el “gallo pinto” nicaragüense, que es arroz con frijoles fritos, y es delicioso. No pude terminarlo; la excusa fue que se hacía la hora del embarque.




Jesús y la explosión

El lunes pasado estuve en lo de Jesús, ese hombre sabio y entrañable, que en el diálogo se emociona y se embronca, y golpea con su puño el escritorio, o tira con fastidio su lápiz y luego ríe, como quien se da cuenta que fue exagerado su gesto. Juntos miramos por su ventanal inmenso las luces de la ciudad, allá abajo (él vive en la ladera de la montaña, en un apartamento alto). Hablamos de Álvaro Uribe, de Colombia y su pueblo, de Chávez y de sus amigos de la Universidad de Huila. Me insistió en su esperanza con Kirchner…

Hablamos largo de la salud, de los sueños y los amores. Los silencios se hicieron escasos; sólo cuando fui al baño y él me preguntó si me daba cuenta quién era el de la foto: tiene una foto de Borges orinando en un baño público colgada en la pared del baño.

En un momento, como a las dos horas y pico, sacó un papelito verde claro, con pegamento en un borde y puso "hacer epílogo, noviembre" y lo pegó en "La lucha de los Innombrables". Luego compartimos nuestro optimismo sobre la metáfora como forma de nombrar eso acerca de lo que las ciencias sociales se quedan perplejas. Me mostró su colección de graffitis, de pinturas, innumerables. Y se paró de repente frente a un recorrido fotográfico en la pared: de su pueblo en Ávila hasta Colombia, y de ahí, a América Latina, Teotihuacán, Machu-Pichu, la tierra y los rostros, y su rostro preñado de memoria. Y, en la parte izquierda del camino, el collage de imágenes que son suyas, pero de Van Gogh, Picasso, Goya…



Luego llegó Elvira, su mujer, con su cordialidad mítica. Al acompañarme a la salida me abrazó con ademanes expresivos y un apretón bien demostrativo de este hombre sabio, y mientras me iba me dijo: "Saludos a todos. Saludos a Kevin!!". Me esperaba el taxi. Pasamos por la 71 con 9ª. Y a la media hora de estar en mi hotel (en la 74 con 13) sentí una explosión impresionante, que no dejaba de retumbar en los edificios y en las laderas de la montaña. Fue un coche bomba a un senador asesor de Uribe, en 71 con 9ª. Por media hora quedó más el recuerdo de Jesús que esa explosión que trae las sensaciones de una Bogotá que aún imagina lejana la paz.

Mito y realidad

Medellín, para mí, hasta ahora fue una ciudad mítica, con aire provinciano. Allí murió Carlos Gardel. De hecho, un barrio se llama Buenos Aires, y una de las calles principales tiene por nombre Ayacucho. En Hato Viejo, un restaurante donde fuimos, se escucha mucho tango.

Para el club Nacional de Medellín es inolvidable Osvaldo Zubeldía, ese hombre que llevó a Estudiantes de La Plata a ser campeón del mundo. Para algunos jóvenes de los 70, Medellín es el nombre y el símbolo de una Conferencia que alentó la “educación liberadora”, cuando el Papa Paulo VI permitía el desarrollo de la teología de la liberación.

Medellín es también otra. Es esa “tacita de plata” que alcanza a abarcarse con la mirada al llegar a ella, pero que tiene cinco millones de habitantes. La ciudad de la eterna primavera tiene un paisaje encantador, verde, a veces selvático, con tierra colorada. Los “paisa” (esa gente de Antioquia) son a la vez amables, confiados y algo conservadores. Hablan con el “vos” de los argentinos, pero remarcando la ese, y con un aire, para mí, español. Me resultaron amigables y muy hospitalarios.



Medellín tiene un metro muy moderno, que recorre la ciudad no subterráneamente, sino unos cuantos metros por sobre la calle. Los andenes son increíblemente brillosos, lustrados, y la gente parece allí más ordenada y pulcra que en ningún otro lugar. Los vagones son similares a los del metro de Santiago de Chile, pero más modernos. En una de las estaciones hay conexión con el metro-cable, que a través de tres estaciones sube casi hasta la cima de la montaña, atravesando barrios humildes. Muchos pobladores de esos barrios han pintado sus casas de lila, verde, amarillo, rosa y otros colores, para que la vista del pasajero sea más bella. Llega a Santo Domingo, un barrio antes impenetrable. A diferencia de otros lugares, aquí el cable se usa como medio de transporte.

Por Medellín andan caminando o simplemente exhibiéndose las esculturas de Botero: gordas, irreflexivas, ostensibles y, por magia, seguro que vivientes.

Conferencia y corbata

En la inauguración de las Jornadas de Medellín me hicieron sentar en un escenario, junto al Rector de la Universidad Bolivariana, el Vicerrector y el Decano. Un auditorio casi completo para 400 personas. Me di cuenta recién en Ezeiza, antes de tomar mi avión, que había olvidado llevar una corbata: la ocasión lo imponía. Así que busqué en el free shop una que me gustara; azul oscuro con pintitas verde agua, Cacharel; iba a quedar perfecta con mi (apenas estrenada) camisa blanca Christian Dior, mi pantalón crudo y mi saco sport con un tono gris topo. La usé por primera vez en mi conferencia de Bogotá, en la Universidad Central.


En la inauguración de las Jornadas se cantaron tres himnos: el colombiano, el de Antioquia (donde está Medellín) y el de la Universidad. El himno de Antioquia es hermoso, escrito por un poeta que enloqueció o algo así. Yo, mudo. Muerto de calor. Una tormenta espesa oscurecía el cielo cuando bajé del escenario. Inmediatamente me dirigí a una carpa, a unos 30 metros del auditorio, porque me tenían que hacer una entrevista para la TV. De paso, encendí un Marlboro y tomé un tinto (un café, no un vino). Pero en medio de la entrevista comenzó a llover. Luego más intensamente; después, granizo, cada vez más grande. Finalmente, viento, de manera que la carpa, de unos 40 metros cuadrados, empezó a moverse y a bailar con sacudones inesperados. El lugar empezaba a inundarse y debimos correr hasta el edificio del Rectorado para guarecernos. El saco, la corbata, todo se me empapó. El pantalón se salpicó con barro. No habían pasado 10 minutos cuando llamaron por el celular para avisar que esperaban mi conferencia! Nuevamente corrí hasta el auditorio, sin saber si las letras de mi conferencia (impresa en borrador por falta de tinta) se habrían corrido. Llegué a la mesa sobre el escenario. Me esperaba un presentador y, mientras anunciaba quién era yo, me fui sacando el saco y tratando de peinarme mis pocos cabellos con las manos; sólo caían gotas de agua. Tronó e inmediatamente empecé con el rollo, que duró poco más de una hora. Todo salió bien y a la gente le interesó muchísimo. Por suerte.

Creo que la lluvia fue por la corbata: me puse corbata y llovió. Esas fueron mis primeras palabras.

Constatación

El otro conferencista de las Jornadas del Maestro Investigador (en Medellín) fue Giovanni Ianfrancesco, un consultor de PNUD y, evidentemente, "pedagogo" oficial con aires de "pedagogía nueva". Nombró como loro los elementos químicos de la tabla periódica y las especies en la evolución hacia el hombre, para decir que no servía para nada todo eso. Pero luego, los docentes de básica (primaria) y algunos de media, no hicieron más que copiar apurados los seis tipos de inteligencia que enumeró y las nueve estrategias de trabajo didáctico. Me dio pena constatar que, aunque critiquen las taxonomías y los listados, a los docentes suelen seducirlos más las recetas que la reflexión.

Escenas de Colombia 2

- a Rocío, una de las compañeras de la Universidad Central, la conocía por algunos escritos en Nómadas. Me invitó a dar clases en un Doctorado. Tiene contacto con estudiantes y eso la hace más afectuosa y alegre que otros universitarios bogotanos.
- un jardinero de la viejísima iglesia de La Calera, a unos 25 kilómetros de Bogotá, nos contó que era la primera iglesia de la zona. Él dice que tiene más de 600 años; o sea, anterior a la conquista, mmmmm.



- según un estudio al que refirió Jesús, el programa preferido por las radios comunitarias aborígenes de Colombia es un programa de rock de La Tribu.
- cada vez que me decían “coge un cigarro”, o “coge el carro”, o “coge el maletín”, no podía evitar (con mi mente infantil) imaginarme la escena.
- Maria (así, acentuado en la primera “a”), mi divertida (después de las 9.30 de la mañana) acompañante en Medellín, conoce de música y de cine tanto que me sorprendió. Incluso, le gusta mucho Sigur Ros, como a mí (sobre todo, “Flugufrelsarinn”, mi canción favorita del disco Agaetis Byrjun).
- en Bogotá me regalaron, sobre todo, libros y revistas. En Medellín, Olga me regaló una mola hecha por ticunas, que viven en el límite entre Colombia y Panamá, y un collar hermosamente sencillo hecho por huitotos, indígenas de la zona del Amazonas.
- en ninguna parte se puede fumar, pero Maria no tuvo nunca problemas en que lo hiciera en su auto, y Rocío buscaba minuciosamente los bares para fumadores.
- qué decir de Uribe…? Algunos (muchos) están esperanzados porque hay más seguridad. Pero en las carreteras hay milicos por todas partes, lo mismo que en algunas calles o en el aeropuerto. Me preguntaba si eso es seguridad o mero control.
- en Ciudad Bolívar, una especie de localidad del Gran Buenos Aires en Bogotá, los “paras” están matando centenares de jóvenes selectivamente. Pero eso no sale en los medios.
- los “paras” se desarmaron gracias a Uribe (que los armó en Antioquia); pero matan con motosierras.

Una promesa compartida

La última noche que estuve en Bogotá, luego de andar por la carretera a La Calera y recorrer zonas antes vedadas, volvimos a la ciudad y fuimos a comer a Usaquén, un barrio muy antiguo con bares exóticos e intensos. Elegimos uno de estilo oriental, con figuras budistas y un techo que imitaba las telarañas, con arañas cada tanto. Pero no tenían comida típica, entonces fuimos al tercer piso de un bar en una esquina. Casi al aire libre, detrás de mí había una salamandra. El ambiente era oscuro, iluminado sólo con velas. Mientras comíamos con Carlos, Humberto, Armando y Uriel, Rocío comenzó a contar historias relacionadas con el consumo de yaje. El uso del yaje debe hacerse con precaución y con la compañía de un taita, una especie de maestro indígena en los viajes que provoca la sustancia, que reconoce cuánto de yaje puede tomar cada persona. Sin embargo, actualmente algunos jóvenes lo utilizan simplemente como alucinógeno.

El yaje ayuda a vomitar toda clase de elementos tragados durante la vida, experimentándose una liberación de aquellos nudos que se han soportado durante toda la vida. Entonces, el vómito se ve como eso que no se quiere ver. Y, en ciertos casos, esto está acompañado por viajes, vuelos, descomposición del cuerpo entero…

Nos prometimos, en mi próxima visita, visitar un taita para tomar yaje. Coincidimos en que es un modo de experimentar aquello de lo que hablamos.

Fui rana por una noche

Todas las noches, para cerrar las Jornadas de Medellín, los estudiantes dijeron sus ponencias pero con otras narrativas. La presentación de la primera noche fue como una extensión de mi conferencia: mostraron la ciudad y sus espacios; mostraron rostros con un juego imprescindible entre fotografías que circulaban por el recinto, danzas que hacían hablar cuerpos y la compañía de una música rítmica al estilo DJ’s. En la tercera noche fue una presentación de música y bailes del país, como la cumbia, el joropo y otras danzas. El vestuario exuberante y la emoción de la gente fue imperdible.

En la segunda noche la propuesta era hacer un juego donde los cuerpos se liberaban de la escolarización y sus ataduras. Luego de un joven que danzaba y hacía piruetas de toda especie, los “pelados” (los chicos) pidieron cinco voluntarios para hacer un juego. El auditorio estaba repleto y desde el escenario pidieron que subiera el profesor argentino. Inmediatamente fui y, como a los otros voluntarios, nos taparon los ojos y nos guiaron por un juego que combinaba sensaciones táctiles, gustativas, auditivas. Nos llevaban atados con sogas por todo el escenario y nos daban dulces a la vez que nos untaban los brazos, la nuca y el rostro con aceites. A mí me gusta entregarme a esas cosas y sentí todo con seguridad. Luego nos hicieron bajar y, en fila, nos volvieron a subir para hacernos masajes y quitarnos las vendas.

Nos dieron unos papelitos y nos dijeron que tendríamos que concentrarnos para representar el animal que nos había tocado en suerte. A mí me tocó la rana, y enseguida, con ganas, empecé a saltar y croar por el escenario, hasta el agotamiento. El público reía al verme y me pareció, como siempre, que el ridículo es esa forma extraña de la confianza súbita para liberarse.

Sin embargo, hasta el día de hoy la rana de esa noche deja fuertes dolores en mis muslos.




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