Días como flechas (recuerdo de Luis)
Luis Quilaleo, amigo del alma, quiso siempre la justicia, insatisfecho por la vida de sus peñis. De él aprendí que el manzano es de todos, así como las aguas de los arroyos, o esos diminutos qulle que comimos en la cima del Tres Picos, mirando las praderas de Chile.
De él aprendí la risa en los momentos más amargos, como burlándonos de lo que tocaba vivir. De él aprendí que el cofque es para todos y que el pulcú aiú piuquei. De él aprendí las pocas palabras en su idioma. De él aprendí a llevar los chivos a sus corrales y a ajustar la cincha en la panza del Pampa. De él aprendí a chiflar al Pampa para que vieniera a la casa.
Con él aprendí una amistad inquebrantable, a pesar del agua que le hizo cerrar los ojos para soñar ese mundo que tanto quiso. Ya no se te engrosará la venita al lado del ojo derecho, con tu llanto lleno de bronca; ahora serás feliz. Ya te veo feliz. Gracias por haber pasado por mi vida y dejarme pasar por la tuya, peñi.
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