domingo, junio 12, 2005

Mementos


1/ Anoche, por primera vez, vi Memento (de Christopher Nolan, 2000), con Guy Pearse y Carrie-Anne Moss. Más allá de las evidente ruptura entre las escenas en color y en blanco y negro, me impactó el trabajo sobre el tiempo, que hace que uno sienta que vive aquello que experimenta el amnésico protagonista. La repetición cíclica, por momentos, le gana a ese presente como una clave de comprensión previa al pasado. Pero, más allá de lo inusual de la propuesta, no deja de ser una especie de interrogación intelectual que suscita una curiosidad, pero no necesariamente una emoción, o como diría Hitchcock, un suspense.

2/ Ayer, también, murió Juan José Saer. Decía que "Si buena parte de nuestras lecturas son obligatorias, las que nos transforman, nos conmueven o simplemente nos gustan coinciden de pronto con una zona irreductible de nosotros mismos, cuya existencia tal vez ignorábamos y que la lectura nos revela". Sé y no sé por qué, una de sus novelas, El entenado (de 1983) creo que me transformó.

3/ Cuando éramos niños, todos los veranos pasábamos unos días en Balcarce, la ciudad donde nació mi madre. Unos días en el campo de mis tíos; otros, en la casa enorme y antigua de la ciudad. Y nos lleveban al cementerio, como un paseo. Un cementerio a los pies de la sierra Barrosa, una pequeña cadena baja y chata, cuya cresta es de piedra gris, o plateada. En las lajas de la entrada, una palabra que guardaba, para mí, un incomprensible enigma: "Memento".

viernes, junio 10, 2005

Otros juegos


A miles de kilómetros, la música: largos sonidos de un cosmos que nos encuentra, porque a él pertenecemos, acompasados sólo por un espíritu viajero.

El viaje, que recién está empezando, parece que nunca se termina.

jueves, junio 09, 2005

Instrucciones para cambiar el mundo


I.

Constrúyase un cielo más bien cóncavo. Píntese de verde o de café, colores terrestres y hermosos. Salpíquese de nubes a discreción. Cuelgue con cuidado una luna llena en occidente, digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo. Sobre oriente inicie, lentamente, el ascenso de un sol brillante y poderoso. Reúna hombres y mujeres, hábleles despacio y con cariño, ellos empezarán a andar por sí solos. Contemple con amor el mar. Descanse el séptimo día.

II.

Reúna los silencios necesarios. Fórjelos con sol y mar y lluvia y polvo y noche. Con paciencia vaya afilando uno de sus extremos. Elija un traje marrón y un pañuelo rojo. Espere el amanecer y, con la lluvia por irse, marche a la gran ciudad. Al verlo, los tiranos huirán aterrorizados, atropellándose unos a otros. Pero... ¡no se detenga!... la lucha apenas se inicia.

(Fragmentos de textos zapatistas)

sábado, junio 04, 2005

El mate no es una bebida...


Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás sola o solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian. Pasa entre los de Boca y los de River. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los malos.

Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.

Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?" El otro responde: "Como tomes vos". Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.

Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.

El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores. Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena, la charla, no el mate. Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa. Es la sinceridad para decir: basta, cambiá la yerba! Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?" Es la modestia de quien ceba el mejor mate. Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

Ahora vos sabes, un mate no es sólo un mate... ¿Caliento el agua?

(Gracias a Gabi Roldán este lindo texto...
¿nos tomamos unos verdes, che?)




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